EL LENTO AVANCE CONTRA EL CAMBIO CLIMÁTICO

Escrito por Marcel Morales

La primera persona que alertó públicamente el impacto del CO2 en la atmósfera y su efecto en el calentamiento global, como consecuencia del uso de combustibles fósiles, fue un científico sueco de nombre Savante Agust Arrhenius, en el año de 1896. 

Fue en el año de 1970 cuando la comunidad científica expone por primera vez el problema que denominó “Calentamiento global”, en reconocimiento a la advertencia que el científico sueco realizó 74 años antes, alertando a la humanidad sobre el desastre climático en proceso. 

En el año de 1995, la ONU organiza la Convención Mundial del Cambio Climático, en Berlín; a partir de entonces, se vienen realizando una serie de convenciones, cumbres y acuerdos, pasando por Montreal, Kioto, Paris, etc., etc. 

En los 127 años transcurridos desde la primera vez que se alertó sobre el problema del cambio climático, las reacciones para frenarlo han sido menos que magras, y el problema sigue avanzando hasta los límites del colapso. Esta inamovilidad se antoja absurda si consideramos la amplia gama de alternativas que la ciencia y la tecnología nos ofrecen, no solo para frenar, sino para revertir los efectos del cambio climático. 

Sin embargo, hay varios indicadores que permiten pensar que estamos entrando a una nueva etapa en nuestra relación con éste problema. Etapa que se antoja prometedora. 

En días pasados, una investigación realizada por la Universidad de Bristol, publicado en la revista Nature Climate Change, reveló que en 2022 y 2023, los gases de efecto invernadero responsables de la destrucción de la capa de Ozono del planeta han disminuido significativamente por primera vez, gracias a los compromisos climáticos como el protocolo de Montreal acordado en 1987. 

Por otro lado, actualmente hay indicios de un cambio en la dinámica de reacción frente al cambio climático, manifiesta en diversas áreas de la sociedad a nivel mundial. El avance de tecnología como 5G y la Inteligencia Artificial, han permitido importantes pasos que abonan en la sostenibilidad, disminuyendo el uso de combustibles fósiles, como es el caso del acelerado crecimiento que registra China en la fabricación de autos eléctricos, con crecimiento de las exportaciones del orden del 70% anual y que apuntan a una masificación mundial. 

Como éste, tenemos otros ejemplos que se están dando de manera acelerada en diversos sectores, que en el corto plazo trastocarán estructuras fundamentales de la sociedad. Es el caso que recientemente se ha dado a conocer como ´La Estrategia para el Desarrollo de Combustibles Sostenibles de Aviación (SAF por sus siglas en inglés) ´ en México. Ésta iniciativa forma parte de la estrategia de la Organización de la Aviación Civil Internacional (OACI), que tiene el objetivo de reducir las emisiones de CO2 provenientes de dicho sector, hasta llegar a cero para el 2050. Para cubrir esta meta, se requiere la producción de 450 mil millones de litros de SAF a nivel mundial. Actualmente la producción es de 600 millones de litros. 

El combustible sostenible para la aviación (SAF), se pretende producir por la mezcla del combustible fósil (turbosina) con el biocombustible, hasta en 50%. 

En el caso de México, el proyecto considera la producción de 2,200 millones de litros de etanol de caña de azúcar para cubrir la demanda en 2050. Esto significa una producción de caña, prácticamente del doble de la actual, que es de 56 millones de toneladas, en una superficie de 900 mil hectáreas. Una característica definida como obligatoria para la producción de éste biocombustible, es que debe cumplir los parámetros internacionales de certificación sustentable, que significa la eliminación de prácticas comunes en el esquema de producción actual, como es el uso excesivo de agroquímicos y la quema de la caña para realizar la cosecha manual. Además, se debe de cumplir con indicadores de carácter social, como la eliminación del trabajo infantil, entre otros.  

Sin duda, el reto no es sencillo, pero esta perspectiva de diversificación abre nuevas posibilidades de desarrollo productivo, económico, tecnológico y sus consecuentes implicaciones en el desarrollo social y ecológico, que implicará avances importantes. 

Actualmente se está trabajando en la conformación de una alianza público-privada entre los diversos sectores involucrados, encabezada por la SADER (Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural) y ASA (Aeropuertos y Servicios Auxiliares), donde se incluye a ingenios azucareros y productores de caña de azúcar. Obviamente, se contaría con la participación de las instancias científicas y tecnológicas correspondientes. 

Estos lentos avances seguramente nos refieren, y queremos pensar que así es, que estamos entrando a la etapa, largamente esperada, de acciones concretas contra el calentamiento global, que, por su urgencia, debe de ser acelerada. Parece que en los próximos años se condensarán los esfuerzos de muchos años contra el colapso ecológico.