EL SUELO ES EL RECURSO NATURAL MENOS CONOCIDO, Y, SIN EMBARGO, ES EL QUE TIENE LA LLAVE DEL FUTURO DE LA VIDA DE NUESTRO PLANETA

El suelo es la capa superficial que recubre la corteza terrestre. Esta capa está constituida gracias a la desintegración de rocas provenientes de procesos erosivos y otras alteraciones físicas y químicas, así como de materia orgánica.

Se calcula que actualmente, el 33% de la superficie terrestre mundial está degradada (FAO, 2015) y en México, los últimos estudios realizados indican que al menos el 45% de los suelos del país se encuentran afectados por algún proceso de degradación.

Según la FAO, la degradación del suelo puede entenderse como un cambio en la salud del suelo, que se refleja en la disminución de la capacidad del ecosistema para producir bienes y servicios ambientales, siendo los más importantes, la producción de alimentos y la captación de agua.

La degradación puede ocasionarse por factores naturales (tipo de suelo, clima, vegetación) y humanos (densidad poblacional, tenencia de la tierra, políticas ambientales, usos y gestión del suelo, etc,). En México, la principal causa de degradación del suelo es el cambio de uso del suelo hacia superficies agrícolas y de sobrepastoreo, lo que trae aparejada la deforestación y un tratamiento inadecuado del suelo, que es sometido a labores de labranza agresivas, y aplicación indiscriminada de agroquímicos, que, en muchos de los casos, son tóxicos para la salud del suelo y la salud humana, además de ser áltamente contaminantes.

Existen diversos tipos de degradación del suelo, entre los principales se encuentran la erosión (hídrica y eólica), la degradación física y química, así como la degradación biológica. A continuación, explicamos brevemente en qué consisten estos tipos de degradación.

EROSIÓN HÍDRICA Y EÓLICA

Los factores que influyen principalmente en la erosión, son la erodabilidad (índice que indica la vulnerabilidad o susceptibilidad a la erosión) propia de los suelos, la intensidad de la lluvia, la pendiente del terreno, la cubierta vegetal, la rugosidad del suelo y el clima. Cuando ocurre este proceso se produce pérdida de suelo, y ésta puede ser mínimamente imperceptible o bien de gran envergadura cada vez que ocurre el proceso. El agente del clima que “mueve” al suelo desde su lugar original puede ser el agua y en este caso nos referimos al proceso de “erosión hídrica” o  bien el viento y entonces nos referimos a “erosión eólica”.

DEGRADACIÓN QUÍMICA

Varios de los  procesos de degradación química están vinculados a la degradación biológica y suelen ocurrir en condiciones extremas de la ocurrencia de este último. Ejemplos de esto son el agotamiento de nutrientes y la acidificación del suelo, que resultan como consecuencia principalmente del agotamiento de la materia orgánica. La contaminación del suelo es otro proceso de degradación química que generalmente está asociado a la contaminación de aguas (superficiales y subterráneas), al inadecuado uso  y manejo de insumos y desechos de la agricultura (productos agroquímicos, metales tóxicos, lodos residuales, desechos de fundición, escombros de minería, etc.).

DEGRADACIÓN FÍSICA

Vinculados a éste tipo de degradación, están una serie de microprocesos que  alteran el espacio libre “poroso” que tiene el suelo para que se pueda “mover” el aire y el agua. Se producen cambios adversos en el suelo que  afectan las condiciones  físicas relacionadas con el desplazamiento del aire, el agua, los nutrientes, y el desarrollo de raíces. Los efectos más comúnmente observados son capas compactadas (piso de pezuña o de arado), sellamiento de la superficie del suelo (planchado), y costras. Junto al proceso de degradación química, es de los más frecuentes, encontrándose ampliamente generalizado en las tierras agrícolas de nuestro país.

DEGRADACIÓN BIOLÓGICA

La pérdida de la biodiversidad (organismos vivos) y de la materia orgánica (organismos de origen animal y vegetal, parcial y/o totalmente descompuestos o transformados) constituyen los efectos más notorios debidos a la ocurrencia de los procesos de degradación biológica. Esto repercute sobre diferentes funciones del suelo como la  transformación, reciclado y posterior asimilación de los nutrientes por las plantas. También el acomodamiento y la persistencia de los minerales del suelo en unidades específicas (estructura) que contribuyen a sostener el espacio poroso que va a asegurar el traslado del agua de lluvia y/o de riego por el suelo y la eliminación de los excesos, además del desplazamiento del aire dentro y fuera del suelo. Está ampliamente demostrado que el uso intensivo del suelo y la aplicación de tecnología inadecuada se constituyen en las principales causas de la ocurrencia de estos procesos de degradación biológica, sobre todo en suelos agrícolas.

CAUSAS DE LA DEGRADACIÓN DEL SUELO

A partir de la Revolución Industrial, la intensa demanda de suelo para la producción de alimentos ha hecho que alrededor del 12% de la superficie libre de hielo del planeta sea utilizada para desarrollar cultivos y 26% sean pastizales, lo que significa que casi el 40% de la superficie terrestre esté destinada a satisfacer la creciente demanda de productos agropecuarios (Foley et al., 2011). La urbanización como proceso de cambio en el uso del suelo también compite en algunas zonas con las actividades agropecuarias, con el agravante de que es un proceso irreversible en la escala de tiempo humana.

En el año 2003 se publicaron los resultados del estudio denominado ‘Evaluación de la degradación del suelo causada por el hombre en la República Mexicana’, (Semarnat y CP, 2003). Este estudio mostró que, del total de suelos degradados en México, la degradación química ocupaba el primer lugar en extensión (34 millones de ha, 17.8% del territorio nacional), seguida por la erosión hídrica (22.7 millones de ha, 11.9%), eólica (18.1 millones de ha, 9.5%) y, al final, la degradación física (10.8 millones de ha, 5.7%).

Superficie relativa1,2 afectada por degradación del suelo por proceso y tipo en México, 2002.

Notas:
1 La superficie se muestra en millones de hectáreas y en porcentaje con respecto al tipo de degradación.
2 Los porcentajes pueden no sumar 100% debido al redondeo de las cifras.
Fuente:
Semarnat y CP. Evaluación de la degradación del suelo causada por el hombre en la república mexicana, escala 1:250 000. Memoria Nacional 2001-2002. Semarnat y CP. México. 2003.

En 2002 alrededor del 77.4% de la superficie nacional degradada estaba asociada con actividades agrícolas y pecuarias (38.7% cada una de ellas) y 16.4% a deforestación y remoción de la vegetación. El resto de la superficie degradada del país (alrededor de 5.3 millones de ha; 6.1% de la superficie degradada total) se debe a urbanización, sobreexplotación de la vegetación y actividades industriales.

Aunque este estudio no contempla la degradación biológica, ya que es un fenómeno de estudio reciente, muchas investigaciones alrededor del mundo indican que todos los tipos de degradación están relacionados con la degradación biológica, es decir, con la pérdida de biodiversidad que da vida al suelo. Esta vida está compuesta principalmente por microorganismos (bacterias, hongos, protozoarios y nemátodos),  mesofauna (ej. ácaros, colémbolos) y la macrofauna (ej. lombrices y termitas).

Todas estas degradaciones pueden darse en muy poco tiempo, en cambio, los suelos tardan cientos o miles de años en formarse, es por esto que se vuelve primordial su conservación y protección, así como llevar acabo medidas que puedan ayudar a la regeneración de los suelos que ya se encuentran degradados.

Afortunadamente, hoy en día existen tecnologías y técnicas encaminadas a proteger y restaurar los suelos. La llamada Agricultura Regenerativa, hace uso de tecnologías como los biofertilizantes y productos de control biológico de plagas y enfermedades, así como técnicas y manejos adecuados que incluyen labranza de conservación, incorporación de rastrojos y materia orgánica, mejores prácticas de riego, entre otros.

En conclusión podemos decir que, los avances científicos y tecnológicos con los que contamos, nos dan la oportunidad de enmendar y detener el daños que hemos causado a nuestros suelos, los cuales, no sólo son la superficie que sostiene nuestros hogares, no sólo son la base de nuestra alimentación y lo que permite la vida de millones de especies en el planeta, sino que, además, los suelos tienen la clave para absorber y retener todo el carbono que hemos liberado a la atmósfera con el uso de combustibles fósiles, y que está calentando la Tierra a un ritmo cada vez más acelerado. Pero todo esto no lo pueden hacer suelos inertes, carentes de vida. Hoy más que nunca, debemos poner todo nuestro empeño para salvaguardar este recurso natural no renovable, imprescindible para la vida de todos los seres, especialmente, la de los seres humanos.