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Los Sistemas agroalimentarios localizados involucran a varios actores dentro de territorios específicos; el medio ambiente, los productos agrícolas, los productores, empresas agroalimentaras, empresas comerciales y las relaciones que se tejen entre ellos viene a conformar la complejidad del sistema. Su estudio, análisis e interpretación son claves que ayudan no solo a entenderlos y a explicarlos, sino que sirven para su desarrollo dentro de un mundo en el que cada vez más se necesita de la seguridad alimentaria y un desarrollo rural integral.
En este libro se nos plantea la necesidad de implementar políticas públicas para un desarrollo social a través de los Sistemas Agroalimentarios Localizados, abordando la importancia de los actores agrarios y la necesidad de una constante mejora en los ámbitos institucionales para el correcto funcionamiento de los sistemas; por otra parte se hace hincapié en las problemáticas de su gobernanza y construcción así como los problemas específicos que enfrentan los actores de los SIAL como es el caso de la obtención de las certificaciones de denominación de origen y marcas colectivas, a través de estudios de caso tanto en México como en el extranjero.
Esta es una nueva propuesta para integrar los mercados locales y proporcionar así nuevas fuentes de empleo rural, diversificando las fuentes de ingreso de las personas y fortaleciendo a la vez las redes sociales territoriales, todo en un marco de inclusión social apuntando hacia nuevos modelos de desarrollo.
El libro es una compilación de trabajos realizados por investigadores del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades y la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la U.N.A.M.
La presentación de este libro se realizará el día 24 abril de 2013 en la Casa de las Humanidades de la U.N.A.M. ubicada en Presidente Carranza no. 162, col. Municipio Villa Coyoacán, C.P. 04000, Delegación Coyoacán en el Distrito Federal, México, a las 18:00 hrs. La entrada es libre.

Marcel Morales Ibarra

Nuestra agricultura no puede concebirse al margen del maíz. Actualmente, el 40% de la superficie agrícola se destina a este cultivo y se producen 24 millones de toneladas que se destinan a la alimentación de los mexicanos. Adicionalmente, se importan 8 millones de toneladas de maíz amarrillo para el consumo animal.

Aun cuando el maíz se cultiva en todas las regiones, más del 80% de la producción se concentra en sólo 10 estados, siendo Sinaloa el productor más importante, aportando una cuarta parte de la producción nacional. Lo realmente significativo de ésta es su oportunidad. La producción nacional  se divide en dos ciclos agrícolas: primavera-verano y otoño-invierno. El primero es el más relevante, aporta el 75 por ciento del volumen total y su cosecha se da en los meses de  noviembre-diciembre. Así, el primer semestre del año no hay mayores sobresaltos en el abasto; el problema inicia a partir del segundo semestre, y es aquí cuando entra la producción de Sinaloa.

El sorpresivo e inédito desastre agrícola en Sinaloa tendrá repercusiones nacionales, ya que significa una seria amenaza de desabasto. De las 472 mil hectáreas sembradas de maíz, se siniestraron 450 mil. Este daño representa una pérdida de al menos 5 millones de toneladas.

Lo único que se les ha ocurrido a las autoridades para enfrentar el desastre es la resiembra de maíz en Sinaloa. Esta medida evitará el desabasto, ya que permitirá recuperar la capacidad productiva perdida, se dice. La propuesta es resembrar 300 mil hectáreas. Por decir lo menos, ésta es una pálida respuesta a la magnitud del desastre, ya que de ningún modo exorciza el problema.

En primer lugar, la meta de 300 mil hectáreas es prácticamente inalcanzable, ya que esto significa echar a andar una pesada burocracia institucional, para el pago de seguros y el financiamiento, que simplemente no tendrán capacidad de respuesta, como el propio Presidente Calderón lo advirtió el pasado 23 de febrero; en segundo lugar, la agricultura no es una industria donde se controlen los factores de la producción. No se puede estar sembrando cuando se desee, existen claramente definidos calendarios de siembras por regiones y por cultivos, y sembrar fuera de estas fechas significa correr un alto riesgo, cuando no un esfuerzo vano. La fecha óptima de siembra de maíz en Sinaloa es el mes de noviembre, conforme se alejan estas fecha los riesgos productivos y económicos son mayores. En el mes de febrero prácticamente nadie siembra, ya que se considera un sinsentido. No hay que olvidar que Sinaloa es el estado agro empresarial más desarrollado, y para cualquier empresario los riesgos tienen un límite.

Existen muchas otras opciones, más allá de la resiembra, que se pueden, y deben emprender de inmediato. Para ello se requiere más imaginación y decisión de nuestras autoridades.

Una medida inmediata es armar un programa emergente de estímulos reales para la siembra de maíz en marzo en aquellas entidades que cuenten con riego y cuyas condiciones agro climatológicas lo permitan, como es el caso de Tamaulipas, San Luis Potosí, Veracruz, Zacatecas, etc.; por otro lado, se deben de estimular las siembras tempranas, marzo-abril, en aquellas regiones de buen temporal, que por diversas razones, principalmente por problemas de líquidez, se posponen  hasta ya muy entrado el ciclo.  Es importante señalar que deben tener una atención especial aquellos estados que padecen un crónico problema de abasto de maíz, como es el caso de Oaxaca, y en general las regiones más marginadas del País.

Sin duda, el desastre agrícola que estamos viviendo es grave, pero existen alternativas para enfrentarlo. Lo primero que se debe de tener claro, es que estamos frente a un problema que debe asumirse como  responsabilidad de Estado. Esto significa que el desastre de Sinaloa se tiene que ver como un problema nacional y no limitado a esta entidad.

El autor es empresario, egresado de la Universidad de Chapingo, doctor en Sociología y experto en temas relacionados con la agricultura.

* Artículo publicado por el Diario Reforma el 8 de marzo de 2011.